[...] Hablar de comunización es afirmar que la futura revolución no
tendrá ningún sentido emancipador ni posibilidad de éxito a menos que
despliegue desde sus comienzos una transformación comunista en todos los
planos, desde la producción de alimentos hasta el modo de comerlos,
pasando por la forma en que nos desplazamos, dónde vivimos, cómo
aprendemos, viajamos, leemos, el modo en que nos entregamos al ocio,
amamos y odiamos, discutimos y decidimos nuestro futuro, etc. Este
proceso no sustituye, sino que acompaña y refuerza la destrucción
(necesariamente violenta) del Estado y de las instituciones políticas
que sostienen la mercancía y la explotación salarial. Esta
transformación, que se dará a escala planetaria, se extenderá sin duda a
lo largo de generaciones, pero no dependerá de que se hayan creado
previamente las bases de una sociedad futura, destinada a realizarse
únicamente después de una fase más o menos larga de "transición". Esta
transformación no sería una mera consecuencia de la conquista (o la
demolición) del poder político, que posteriormente daría paso a un
trastorno social. [...] Para decirlo positivamente: no se trata
solamente de hacer, sino de ser la revolución.
[...] El comunismo, tal como nosotros lo entendemos, es ante todo la
tendencia a la comunidad humana que bajo diferentes formas se ha
caracterizado por la búsqueda de un mundo donde no existiese ni ley, ni
propiedad, ni Estado, ni discriminación que separe, ni riqueza que
distinga, ni poder que oprima.
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