El
7 de abril una marcha de jóvenes sin futuro recorría el centro de
Madrid politizando sus condiciones de vida: diciendo que la precariedad,
la deficiente representación política, los recortes sociales o las
expectativas vitales bloqueadas no tenían nada de natural, sino que eran
el resultado de un sometimiento de la política democrática al poder
económico privado. Se trataba de la innovadora iniciativa política de
una generación que, habiendo sido ya enterrada como “perdida” por las
élites políticas y económicas, supo pintarse de amarillo para que nadie
pudiese pretender no verla.
Este
movimiento, uno de los convocantes, conjuntamente con Democracia Real
Ya, de las marchas del 15 de mayo, ha sido también parte activa en el
movimiento de acampadas ciudadanas autoorganizadas que han inundado de
reivindicaciones y propuestas las plazas de las principales ciudades
españolas.
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