Ellos tasan y chupan a los pobres la médula de los huesos, y encima
hemos de pagarles nosotros intereses por ello. ¿Y qué hay de los
envidadores y especuladores, de los jugadores y cambistas, más ahítos
que perro que vomita? ¿Y los del mangoneo y el derecho de capitación?
¡Malditos sean su feudo infamante, su derecho de expolio! ¿Y qué decir
de los tiranos y energúmenos, que para sí reservan impuestos, peajes y
tasas y tan escandalosamente despilfarran lo que debiera ir a parar a la
bolsa común para servir de provecho al país? Y, ay de aquél que ose
rezongar, pues, cual si se tratara de un facineroso, se lo llevan a
escape y lo empalan o decapitan o descuartizan; y hay menos compasión
para con él que para con un perro rabioso. ¿Les ha dado Dios tal poder?
¿En qué borla de birrete está escrito?
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