Gramsci no hace de Marx un profeta ni una biblia de sus escritos.
Precisamente combate este dogmatismo. Nada
hay de determinismo económico, de estructura y superestructura, del
Estado como títere de clase en los cuadernos gramscianos. Esa es,
precisamente una de las principales contribuciones de Antonio Gramsci al
estudio político: el acento en la autonomía de la política. Maquiavelo,
no Marx, es su referente. Como el florentino destaca la independencia
de la política frente a la moral y la religión, Gramsci refiere la
autonomía relativa de la política frente a la economía. El teórico
italiano no pierde adjetivos para denunciar este reduccionismo. Le llama
economicismo, fatalismo, determinismo. En el mundo político juega la
voluntad y el genio político. El estadista tiene mucho de artista.
Gramsci lee a Maquiavelo como autor revolucionario. Una teoría para
construir una nueva legitimidad para un mundo nuevo. Pero ahora el
príncipe no puede ser un individuo genial, un hombre virtuoso y
afortunado. El nuevo príncipe es una voluntad colectiva. El moderno
príncipe es el partido, el partido comunista.
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