Si las
mujeres son las fuentes más tempranas del cuidado emocional y de la
nutrición física para los niños tanto del sexo femenino como del
masculino, parecería lógico, al menos desde una perspectiva feminista,
plantear las preguntas siguientes: si la búsqueda de amor y ternura en
ambos sexos no lleva originalmente hacia las mujeres; por qué de hecho
alguna vez las mujeres querrían dar una nueva dirección a esa búsqueda;
por qué la supervivencia de la especie, los medios de fecundación y las
relaciones emocionales y eróticas deberían, en todo caso, volverse tan
rígidamente identificados los unos con las otras; y por qué deberían de
encontrarse con restricciones tan estrictas para obtener a fuerzas la
lealtad emocional y erótica de la mujer y su subordinación a los
hombres. Dudo que suficientes estudiosas y teóricas feministas hayan
hecho el esfuerzo de reconocer las fuerzas sociales que arrancan las
energías emocionales y eróticas de las mujeres de ellas mismas, de las
otras mujeres y de los valores identificados con la feminidad. Estas
fuerzas, como trataré de mostrar, van de la esclavización física literal
hasta el disfrazamiento y la distorsión de opciones posibles. (...)
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