Pese a la dispersión de la militancia libertaria tras 1939, el
movimiento libertario mantuvo en el exilio el pulso de sus
organizaciones, aunque con un pesado lastre de enfrentamientos internos.
La colaboración gubernamental durante la guerra, dio pie a una división
entre «puristas» y «colaboracionistas» a menudo más nominal y
biográfica que política, pero que condicionó los debates de posguerra.
No obstante, entre los núcleos de anarquistas huidos de la Península se
fue generando una red de contactos, publicaciones, ateneos, encuentros
internacionales etc., que la dirección cenetista en Toulouse quiso
centralizar jugando, a la larga, un papel entorpecedor y paralizante.
En este contexto, y tras el declive de las tentativas guerrilleras de Sabaté y Facerías, algunos jóvenes crecidos en el exilio y otros
llegados del interior, con la ayuda de ciertos veteranos, buscaban un
nuevo marco para el movimiento libertario: fortalecer la creación de
grupos en la Península y priorizar la acción directa como instrumento
para minar el Estado fascista. Así nacería Defensa Interior, organismo
destinado a llevar a cabo acciones armadas, aprobado en 1961 por la CNT.
Esta decisión prometía, para los hastiados de la burocracia, una nueva
etapa que recuperaría el sentido y el protagonismo de la acción
libertaria. Militantes de Juventudes Libertarias como los hermanos
Gurucharri u Octavio Alberola, y viejos luchadores del calibre de García
Oliver o Cipriano Mera apostaron honestamente por el DI; mientras la
dirección cenetista lo saboteaba de manera sistemática. Pese a ello,
entre 1962 y 1970 se llevaron a cabo una cincuentena de acciones que,
después de la supresión formal del DI en 1965, fueron continuadas por
las Juventudes Libertarias y el Grupo Primero de Mayo. Entre estas
acciones se encuentran el secuestro del delegado español en el Vaticano
monseñor Marcos Ussía, y varios planes frustrados contra el dictador
Francisco Franco.
El rechazo creciente de la dirección del Movimiento Libertario, en
manos de personas como Federica Montseny o Germinal Esgleas, las
ejecuciones de Delgado y Granados, las detenciones de importantes
militantes en el interior y las propias redadas de las autoridades
francesas contra los sectores más activos del exilio acabarían por
asfixiar esta vía. Se frustraron así las ilusiones de una nueva
generación de libertarios que, mientras fracasaba el intento de renovar y
relanzar las organizaciones históricas del anarquismo ibérico,
encontraban en los movimientos en torno a los que se fraguó el Mayo del
68 y en el contacto con otros jóvenes anarquistas europeos la
posibilidad de una acción revolucionaria al margen de las viejas
estructuras.
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