Como dice Jacques Derrida, Espectros fue el primer título que Marx pensó para su Manifiesto.
A partir de esta enunciación, el filósofo francés, artífice del
movimiento crítico-filosófico conocido como “deconstrucción” emprende
una reflexión en torno al marxismo y su herencia, que culmina en el
texto Espectros de Marx.
En ese texto, Derrida emprende
una crítica de la herencia de Marx en el mundo contemporáneo. Denuncia
un nuevo dogmatismo y la nueva intolerancia que invadió Europa bajo la
proclama de la muerte de Marx y el marxismo. Para Derrida “es necesario
conjurar de nuevo los espectros, los espíritus marxianos que
perviven en la cultura europea, no para rehabilitar aquello en que
estamos de acuerdo que no es necesario repetir, sino para romper la
censura y la prohibición que estigmatizan todo lo relacionado con él,
manteniendo vivo el diálogo con los que se declaran partidarios suyos”.
Derrida
advierte la existencia, en estos tiempos, de una especie de nuevo orden
mundial que pretende instalarse bajo la forma de una hegemonía sin
precedente que él interpreta como una forma inédita de guerra. Ésta
parece desplegarse a la manera de una “gran conjuración contra el marxismo, un conjuro
del marxismo: una vez más, otro intento, una movilización nueva,
siempre nueva, para luchar contra él, contra aquello y contra aquellos a
los que el marxismo representa y seguirá representando (la idea de una
nueva Internacional), y para combatir, exorcizándola, a una
Internacional”.
Como advierte J.L. Pardo, “Marx está sin duda
muerto. Es decir, lo está el marxismo institucionalizado en partidos
políticos que invocan la unión de una clase obrera a los estados
nacionales que adopten la forma de una dictadura del proletariado.
Muerto, sí, pero enterrado. Lo que reaparece es, pues, su espíritu, su
espectro, su fantasma”. Tras ello aparece el destello de lo que Derrida
llama una “Nueva internacional”. La amistad anónima y ainstitucional,
entre aquellos que sienten la necesidad de una crítica radical, teórica y
práctica, de los ideales regulares de Occidente, del derecho
internacional positivo y de los conceptos de partido, Estado y de nación
vigentes, sin que ello signifique renunciar a toda forma de
organización ni siquiera a toda forma “emancipadora y mesiánica”. El
marxismo, según Derrida, puede y debe liberarse de todo dogmatismo
metafísico religioso.
Jacques Derrida cree que hay que hablar de
“una nueva época de la democracia en la que desaparezca la dominación
del partido, la relación partido-Estado, al recordar que Marx es uno de
los raros pensadores del pasado que tomó en consideración, al menos en
principio, la indisociabilidad del origen entre técnica y lenguaje”.
A
Derrida le saca de quicio la beatería liberal, el nuevo dogmatismo o
evangelismo del final de la historia de Fukuyama, de los conversos a la
democracia liberal, la llamada economía de mercado.
Derrida
reivindica el carácter espectral del comunismo, su condición de fantasma
que aterroriza a quienes no aceptan la realidad y enlaza a Marx y
Hamlet, en una tarea imposible ante sí, la de afrontar el time is out of joint, “una época fuera de los goznes”, un tiempo, enloquecido, “el mundo al revés” o “una época sin honor”.
En
este libro de Jacques Derrida el lenguaje marxista lejos de ser un
discurso lineal y expresivo, dominado por el querer decir, se muestra
como algo que de hecho nunca ha dejado de ser. Texto o escritura que ya
no se deja regir por la luz del pensamiento y del ser, sino que se
despliega en la heterogeneidad del espacio y del tiempo, en un lenguaje
múltiple, diseminado en una serie de renvíos significantes. [FUENTE]
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