(Reseña de Pascual Serrano)
Mucho se ha escrito sobre el papel de los intelectuales. En esta breve
obra es el dramaturgo Alfonso Sastre quien lo hace. Unas líneas de El
viajero y su sombra, de Friedrich Nietzsche, dan pie al autor a mantener
una sincera e intima conversación/confesión sobre sus principios y
valores. Con quién mejor para confesarse uno ?sobre todo cuando no es
creyente- que con su propia sombra. Y, como en cualquier confesión
íntima, no evita los temas más controvertidos y polémicos. Aunque, hay
que reconocerlo, Alfonso Sastre, nunca los ha evitado.
Comienza la obra denunciando, como no podía ser de otro modo, la legión
de intelectuales que se presenta "públicamente muy celosos de su
independencia y de su libertad; y en realidad es que generalmente
coinciden su libertad y la ideología del Poder". Pero donde más lucidez y
originalidad aporta Sastre es cuando aborda la cuestión del
"terrorismo" y la "violencia". Nos explica por qué no suscribe "esos
papeles en los que se condena la violencia terrorista en Euskadi". Nos
recuerda que "se llama terrorismo a la guerra de los débiles y guerra al
terrorismo de los fuertes", cuando en realidad "todas las guerras son
terroristas". También dedica una parte de este breve libro a sus
posiciones desde la militancia abertzale respecto al "nacionalismo":
"Nosotros no somos [patriotas], ni de la españolidad ni de la
esukaldunidad.
Pero sí entendemos y apostamos por el patriotismo de las pequeñas
naciones que desean autogobernarse", "nosotros pensamos en la
legitimidad de que los pueblos pequeños ansíen autogobernarse".
Pero lo que me parece más innovador de este texto es su dura crítica a
"los intelectuales mundialistas, enemigos de las fronteras y de las
banderas". Para Sastre el internacionalismo es una "noción que postula y
desea y defiende la existencia y la variedad de las naciones (Inter.-
nacionalismo, no anacionalidad)". No voy a afirmar yo, en lo que
pretende ser sólo una reseña, que estoy de acuerdo con Alfonso Sastre
?tampoco lo contrario-, pero sí que es recomendable ?saludable incluso-
leer sus planteamientos y análisis. Sobre todo, porque vienen de alguien
a quien considero acreedor de todo mi reconocimiento ético y admiración
rebelde. Como en tantas otras cuestiones, sólo desde la credibilidad
que aportan las trayectorias personales adquieren valor las afirmaciones
y las teorizaciones. Además, en los momentos en que vivimos de
uniformidad del pensamiento, y no digamos de la letra escrita,
propuestas tan irreverentes como las de Sastre son necesarias para
conseguir la reflexión, algo más valioso y difícil de lograr que el
aplauso.
Marca Sastre muy bien las distancias entre "nacionalismos y
nacionalismos", apunta las "enfermedades del patriotismo": chovinismo,
fascismo e imperialismo. Y no deja ninguna duda de las bases del
"intelectual de izquierdas": "la desobediencia civil hasta el grado de
la sedición", "la utopía revolucionaria, libertaria y socialista" y la
búsqueda de la sociedad sin clases.
En conclusión, poco más de setenta páginas en pequeño formato para
provocar la reflexión y la inquietud. ¿Acaso no es esa la primera
obligación del intelectual?
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